Periodismo y diversidad
El crimen de Priego de Córdoba pone sobre la mesa la acuciante necesidad de abordar la violencia intragénero y la problemática del colectivo LGTBI en entornos rurales.
La famosa artista transexual acaba de poner el punto y final a la redacción de sus memorias: Nova: de niño a mujer. En pocos días también saldrá a la luz su nuevo single, Tarántulas rules, un homenaje a su –nuestra– querida Cristina La Veneno.
Sábanas blancas, cápsulas espaciales y la mujer de la lejía que viene del futuro cargada con un churumbel para el vecino del quinto que le alquila el vientre por horas.
Acabo de cumplir treinta años. No tengo ni hijos ni pareja ni casa propia. Por no tener, no tengo ni perro. Soy lo que se suele denominar un joven sin cargas. Pero, por el contrario, me llamarían viejo solitario si tuviera cuarenta años más.
Resulta esperpéntico que nos enfademos porque un señor cachas israelí ha dicho no sé qué sobre los gays en televisión cuando en otros lugares del mundo nos están asesinando.
Si Berkana cerrara sería un fracaso para cualquiera, pero sobre todo para los que hemos pasado de la cultura analógica a la digital perdiendo muchas cosas por el camino.
La aberración perpetrada por los señores de Hazte oír ha puesto sobre la mesa el tema de la transexualidad infantil. Y eso es muy positivo.
En algunas de mis excursiones a las nuevas juventudes digitales me he sorprendido encontrándome con importantes personajes de este starsystem que son gays, lesbianas, bisexuales o transexuales y que demuestran que –¡oh, sorpresa!– son personas normales y hacen una vida normal.
Algo que nos diferencia del resto de animales es la capacidad que tenemos para recordar, para no olvidar el pasado y así poder actuar en consecuencia con nuestra experiencia. Pero, como animales que somos, a veces olvidamos recordar, obviamos las cosas que han pasado a nuestro alrededor.
Existen esas personas que apoyan sus argumentos homofóbicos con “el culo es una vía de entrada, no de salida”, para luego intentar visitar a sus novias por la puerta de atrás.
Detrás de este título se esconde algo que es muy difícil de evitar: los constantes prejuicios que hemos ido heredando y que, sin darnos apenas cuenta, utilizamos en nuestra vida cotidiana; todo lo que se aleja de la combinación hombre heterosexual blanco abre las puertas para convertirse en arma arrojadiza social.
Si existe ese Dios del que tanto hablan agárrense a las faldas porque van a ser ustedes los primeros en caer. Cuando en el Juicio Final les pregunten que han hecho para instaurar el Amor en la tierra háblenle de todo esto, a ver que hacia dónde se inclina la balanza.
El colectivo LGTB nunca debería haber sido menos que ningún otro y la vida de cada uno de esos homosexuales que sufrió siempre debería haber valido tanto como la de aquellos republicanos, feministas, liberales o contrarios al régimen con los que compartieron celda.
Hoy me apetece jugar. El juego comienza recordando el momento en el que salimos del armario, los que lo hayamos hecho; cómo se lo dijimos a nuestra familia, amigos y círculo más cercano.
Amanecíamos el miércoles con la noticia de que los miembros del jurado de MasterChef iban a ser los pregoneros oficiales del Orgullo de Madrid de este año. Tras contrastar varias fuentes y acudir a la página oficial de MADO, acerté a creerme que era todo verdad, no una broma de los medios para mofarse del evento.
Nunca hubiera imaginado sentir una ciudad tan lejana de una forma tan cercana como la siento ahora; llorando por gente a la que ni he visto jamás y que nunca hubiera conocido en el caso de que los hubieran dejado vivir. Tan lejos y tan cerca.
Nos hemos vuelto demasiado prácticos. Hemos pasado de tener esa sensibilidad especial, como podría decir Rocío Jurado, a no tener ni el más mínimo remordiendo a la hora de juzgar, y sobre todo, prejuzgar el comportamiento de la gente.
Somos un colectivo en riesgo de exclusión. Sí, eso es lo que somos. A veces a la gente de a pie se les olvida eso. No recuerdan que tenemos a organizaciones y colectivos tras nuestros pasos para intentar minarnos, quitándole importancia a lo que tenemos que enfrentarnos día a día e intentando arrebatarnos los derechos por los que tan duramente hemos luchado.
Cuando era pequeño pensaba que cuando tuviera 30 años tendría esposa e hijos. Ahora, ya rozando los 30, me he dado cuenta de que la vida me tenía preparado algo mucho mejor: ser dueño de mi destino.